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martes, 30 de noviembre de 2010

VUELVE Y JUEGA

El fanático esquizofrénico que mal gobierna a Venezuela ha lanzado nuevas acusaciones contra el "imperio yanqui” y sus “lacayos en Venezuela y América Latina". Nuevamente Chávez ha inculpado a la “extrema derecha” estadounidense de patrocinar conspiraciones para derrocar a su gobierno, en asocio con la burguesía venezolana. Según el déspota bolivariano, Washington arremete contra su revolución socialista porque se siente "engolosinado" por los resultados electorales de la mitaca.

Las declaraciones las hace el mandatario después de haber ‘develado’ la existencia de un nuevo plan para asesinarlo, orquestado esta vez por Guillermo Zuloaga, director del canal de televisión Globo visión. En la mente de Chávez, la oposición venezolana habría recaudado unos 100 millones de dólares para entregarlos como recompensa a quien lo asesine. Por eso exhortó a las autoridades venezolanas, “al señor Vicepresidente, la Fiscal General, al Tribunal Supremo de Justicia, a que hagan algo” y actuar contra las propiedades y acciones que Zuloaga tiene en el canal televisivo.

Cabe recordar que Zuloaga es uno de los principales opositores al gobierno socialista y debió escapar de Venezuela por la persecución política de Chávez, quien lo acuso de usura y asociación para delinquir. Globo visión, por su parte, es el único canal televisivo que mantiene una clara línea editorial crítica al gobierno, después de la censura y cierre de los otros canales de oposición.

Hace pocos días, Zuloaga comentó desde Washington que el gobierno déspota de Caracas representa una amenaza para la seguridad de Estados Unidos, por sus probadas relaciones con el gobierno de Irán, Libia, Argelia e Irak. Afirmaciones que fueron secundadas por congresistas republicanos de Estados Unidos quienes prometieron, ahora que recuperaron la mayoría en la Cámara de Representantes, aumentar la presión frente al "declive de las libertades democráticas" en Venezuela y sus aliados regionales, que algunos calificaron de "azote".

En hora buena el Congreso estadounidense vuelve a posar sus ojos sobre las dictaduras bolivarianas que amenazan la paz y la seguridad de la región. Durante el cuatrienio pasado, y pese a la constante preocupación del presidente republicano George W. Bush, el Congreso, que había estado controlado por el ala más izquierdista del Partido Republicano encabezada por Nancy Pelosi, sólo prestaba atención a América Latina para condenar al Estado colombiano por supuestas violaciones a los derechos humanos e interponerse en la ratificación del Tratado de Libre Comercio con nuestro.

Sin embargo, cuando se trataba de condenar a Chávez y a sus compañeros populistas en Bolivia, Ecuador y Nicaragua, por sus vínculos con organizaciones narcoterroristas, por sus relaciones con estados terroristas como Irán, por el armamentismo exagerado, por el intervencionismo en los asuntos internos de otras naciones, por la censura a la libertad de prensa en sus países, por la opresión de sus sociedades, entre otros muchas conductas detestables, los demócratas preferían mirar para otro lado y pasar por alto la conductas antidemocráticas de los socialistas del siglo XXI. Ahora los republicanos prometen establecer límites a los desmanes de los déspotas bolivarianos y empezar a tratarlos como lo que realmente son, una amenaza para la seguridad de Estados Unidos y de America Latina.

Sin embargo, mientras esto ocurre en Washington, Colombia parece plegarse cada vez más a las exigencias del tirano de Miraflores. En su afán por restaurar las relaciones diplomáticas con el país vecino, Juan Manuel Santos parece estar sometiéndose, sin mayor reparo, a los dictados de Chávez. La desidia del gobierno actual por salvar el acuerdo de cooperación militar con Estados Unidos y la extradición del narcotraficante Makled a Caracas, son desafortunadas decisiones políticas que corroboran la aparente capitulación de Nariño a Miraflores, y que pueden acarrear graves consecuencias en la relación de Colombia con su más importante aliado en la lucha contra el narcoterrorismo, Estados Unidos.

Es inaceptable que el gobierno colombiano prefiera ahora la sanidad de unas relaciones diplomáticas con un régimen antidemocrático que patrocina a las guerrillas narcoterroristas. El ‘nuevo mejor amigo’ de Santos es el mismo dictador que ha proferido, en repetidas ocasiones, insultos y amenazas contra el Estado y las instituciones democráticas colombianos. Es el mismo déspota que incita a Nicaragua y Ecuador para que fustiguen a Colombia. Es el mismo megalómano que inventa conspiraciones en su contra para aniquilar a toda oposición, a toda voz discordante con su trasnochado discurso comunista totalitario.

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