Mientras nuestros militares son denigrados por los tribunales de ‘justicia’ nacionales e internacionales por supuestas ‘violaciones de derechos humanos’, los únicos y verdaderos criminales, los narcoterroristas que asesinan, secuestran, roban, trafican y demás, son absueltos por esos mismas instancias y sus delitos gratificados con la impunidad. Es el caso de Yair Klein, el ex coronel del Ejercito israelí devenido en mercenario al servicio del narcoterrorismo durante la década de los ochenta, y cuya deportación a Israel acaba de ser ordenada por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, lo que virtualmente equivale a su excarcelación y liberación.
Klein llegó a Colombia en 1987, contratado por Gonzalo Rodríguez Gacha para el entrenamiento de una banda de sicarios en técnicas de explosivos, manejo de armas, terrorismo y seguridad personal. Entre el grupo de sicarios entrenado por Klein figuraban los conocidos criminales Ramón Isaza, los hermanos Castaño y el ‘Negro Vladimir’, que sembraron el terror y la violencia en el Magdalena Medio y fueron los artífices de varias masacres contra población civil, así como atentados terroristas como el del avión de Avianca en 1989 y el asesinato del entonces candidato a la Presidencia, Luis Carlos Galán.
En 2001, el Tribunal Superior de Manizales dictó una condena contra Klein de 10 años y 8 meses de prisión por la conformación de grupos terroristas y concierto para delinquir. Asimismo, la justicia colombiana demostró la responsabilidad del israelí en numerosos homicidios de campesinos y en miles de desplazamientos, por lo que se le condenó por crímenes de lesa humanidad. Sólo hasta agosto de 2007, la INTERPOL logró capturar al mercenario en el aeropuerto de Moscú; posteriormente, la justicia rusa autorizó su extradición a Colombia, previa autorización del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, ubicado en Estrasburgo, Francia. Es este Tribunal el que ha negado definitivamente la solicitud de extradición colombiana, y por el contrario, ordenó la deportación de Klein a Israel.
De acuerdo al Tribunal de Estrasburgo, Colombia no garantizaría los derechos humanos del israelí y de ser extraditado, la vida del reo correría peligro. Como sustento de sus afirmaciones, el Tribunal cita las coloquiales declaraciones del ex vicepresidente de la Republica, Francisco Santos, quien en su momento señaló que esperaba que Klein se pudriera en una cárcel. La infame paradoja de este asunto es que son estos mismos tribunales europeos, los que se dicen defensores de los derechos humanos, los que posibilitan ahora la impunidad para un personaje que participó y colaboró con la sistemática violación de derechos humanos por parte de ejércitos privados al servicio del narcotráfico.
Pero es ante todo indigno, que estos mismos organismos internacionales, igual este Tribunal que la ONU, se muestren prestas cuando se trata de condenar a Colombia por supuestas acciones u omisiones en hechos de violaciones de derechos humanos. Y se muestran complacidos de prestar sus tribunas para que las organizaciones de extrema izquierda difundan, sin condicionamientos, sus ignominiosas denuncias a la ‘política sistemática de violación de derechos humanos’ por parte del Estado colombiano y sus fuerzas de seguridad. Ahora son estas mismas instancias las que se interponen en el legitimo derecho de los colombianos en hacer justicia frente a un extranjero participe de la violencia y el terror que azotó el país durante décadas pasadas. Y lo peor es que se las ingenian para presentar al país como el único culpable de tamaña afrenta contra las victimas de este criminal.
Y mientras Colombia expone la vida de sus hombres en defensa de la Patria y la democracia, en una guerra frontal contra el narcoterrorismo y el crimen internacional, cualquiera sea su naturaleza, los ‘defensores’ de los derechos humanos, de aquí y de allá, manipulan el aparato de justicia y el discurso mismo de DD.HH. para librar a los criminales de sus responsabilidades y penas. Ya ha pasado con narcoterroristas pertenecientes a las guerrillas que son dejados en libertad y ‘premiados’ con subvenciones al amparo de una retorcida normatividad de DD.HH. Ahora, todo parece indicar que sucederá lo mismo con el criminal israelí, Yair Klein.
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