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viernes, 27 de mayo de 2011

EL NUEVO PANORAMA COMERCIAL DE AMÉRICA LATINA

Se presenta en la actualidad un interesante debate sobre la pérdida de influencia de los EE.UU. en la política y la economía de Latinoamérica, el centro de la discusión radica en la caída de las exportaciones de Estados Unidos en las importaciones totales de América Latina del 55 por ciento al 32 por ciento en la última década, según un nuevo informe de la Comisión Económica para Latinoamérica y el Caribe de las Naciones Unidas, CEPAL. Algo parecido ha pasado con las inversiones extranjeras de Estados Unidos en la región[1].

El campo abandonado por EE.UU ha sido ocupado por China de manera notoria como principal socio comercial y está empezando a emerger como importante inversor en la región.

En Latinoamérica los países que realizan más negocios con China son Argentina, Brasil, Chile, México y Panamá.

El gran desarrollo de este comercio se fundamenta en las grandes potencialidades que presenta. Por ejemplo, desde la pasada crisis financiera de Asia del Este, China se ha esforzado en sostener un crecimiento veloz y duradero de forma de lograr la transición hacia un modelo basado en las necesidades locales de consumo e inversión. De esta forma la demanda de China por productos latinoamericanos seguirá creciendo activamente, sobre todo aquella que corresponde a productos mineros, agrícolas y energéticos. Otra señal de incremento potencial de dicho comercio lo constituye el hecho de que se han firmado una serie de acuerdos y tratados de cooperación económica y comercial entre China y México, Argentina, Cuba, Chile y Venezuela.

América Latina es vista generalmente como un grupo homogéneo, ya que las experiencias históricas de sus países han sido similares y se “tocan” en muchos otros aspectos como la cultura y la raza. Además, los países latinoamericanos se encuentran en procesos semejantes de desarrollo económico, político y social, lo cual provoca que los objetivos perseguidos sean comunes y que las aspiraciones internacionales sean también comunes. Las relaciones entre estos países son estrechas, a pesar de que los esfuerzos por una integración verdadera no han dado sus frutos[2].

Sin embargo, en estos tiempos que corren de “globalización económica” y desequilibrios, aparecen nuevas tendencias al respecto. Cada vez más entre los países de América Latina y Caribe aparecen diferentes intereses y, consecuentemente, diferentes formas de llevar a cabo sus relaciones exteriores; hay tres bloques definidos, el neosocialismo brasileño (Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay), el neosocialismo radical bolivariano (Venezuela, Nicaragua, Cuba, Ecuador y Bolivia) y el grupo democrático (liderado por Colombia, Perú y Chile), más cercano a los acuerdos con EE.UU.[3]

Los siguientes hechos son ejemplarizantes: aunque se intercambian entre sí, existe una desarticulación entre las diversas subregiones; por otro lado, como ya señalamos, no hubo grandes avances en la promoción del proceso de integración de toda la región latinoamericana y caribeña; hemos asistido a varios comienzos, pero tanto la voluntad política como las medidas de integración de la región no alcanzan los fines esperados. A falta de esta estrategia de integración es que estos países han optado por estrechar lazos comerciales con otras zonas. Por último vale la pena mencionar el hecho de que hubo opiniones diferentes entre los países latinoamericanos sobre importantes temas internacionales, entre ellos, la reforma de la ONU.

Estas diferencias y disputas (por ejemplo territoriales y fronterizas) que cada vez se hacen más frecuentes en Latinoamérica pueden verse, de alguna forma, como el producto del desarrollo de la situación mundial: por un lado, la globalización económica, basada en el sistema económico de mercado de múltiples países, ha promovido el crecimiento económico internacional y ha afianzado las relaciones de interdependencia de diversas regiones y países del mundo; pero por el otro, las participaciones de diversos países en la globalización han sido muy desequilibradas, además de que cada vez se hacen más grandes las diferencias y brechas entre varios países y regiones, y entre diversas zonas, sectores económicos y grupos de gente dentro de los países[4].

Hasta 2004 la inversión china había predominado en los recursos naturales, hoy estas alcanzan a las infraestructuras (puertos y vías férreas, ensamblaje, telecomunicaciones, textiles, etc.). Asimismo, China obtuvo resultados sustanciales en las negociaciones de tratados de libre comercio con algunos países latinoamericanos, entre los que destaca el acuerdo alcanzado con Chile, en el cual las inversiones chinas se ubican en sectores textil, agrícola, industria ligera, pesca y electrodomésticos. Asimismo, los chinos se han convertido en uno de los principales destinos de las exportaciones chilenas, superando a Estados Unidos.

Si bien para el jefe de asuntos latinoamericanos del Departamento de Estado de Estados Unidos, Arturo Valenzuela, la creciente presencia económica de China en América Latina no le quita el sueño y no ve la urgencia de que el gobierno del presidente Barack Obama proponga un ambicioso plan de cooperación con la región, argumentando que las cifras del volumen total del comercio e inversión de China en el continente no son tan significativas como el contenido de los mismos y que los latinoamericanos están empezando a darse cuenta de que China compra a la región casi exclusivamente materias primas y se niega a comprar productos con mayor valor agregado, comparativamente, Estados Unidos está comprando a los países latinoamericanos productos más sofisticados, algo que es mucho más lucrativo para los países de Latinoamérica.

Las trabas puestas al TLC con Colombia son ejemplarizantes del abandono de los EE.UU. de sus relaciones con los que debería considerar socios estratégicos para la consolidación de sus propios intereses nacionales; el trato displicente del gobierno norteamericano a sus pares latinoamericanos, aunado a las políticas migratorias adoptadas, simplemente alimentan ese sentimiento vernáculo de oposición a esa potencia y la búsqueda de nuevos panoramas sustentados en lo anteriormente señalado.

La creación de organismos regionales como UNASUR y el ALBA, el desprestigio de la OEA y la inaplicación de otros tratados provenientes de la guerra fría, generan otro escenario en América que alienta unas nuevas relaciones sin EE.UU., y de pronto contra EE.UU., no se puede olvidar que aunque China haya adoptado una economía capitalista de Estado, sigue siendo una potencia comunista y sus intereses van más allá de lo puramente comercial.

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