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martes, 22 de marzo de 2011

OTRO HISTÓRICO QUE CAE


Arquímedes Muñoz Villamil, alias 'Jerónimo Galeano', quien se desempeñaba como uno de los jefes del Estado Mayor Central de las Farc y era el principal apoyo a la seguridad del cabecilla narcoguerrillero 'Alfonso Cano', fue abatido por tropas del Batallón Tenerife del Ejército Nacional este fin de semana pasado al norte del Departamento del Huila.

Alias ‘Jerónimo’ era un terrorista caracterizado por su crueldad y sevicia, en su tenebrosa hoja de vida queda el fusilamiento de 13 policías en el asalto al municipio de Roncesvalles (Tolima) en julio de 2000, cuando dando muestras de todo desprecio por la vida y por el DIH ordenó que los ya reducidos miembros de la Fuerza Pública fueran asesinados con tiros de gracia por sus hombres. "Dijeron que nos rindiéramos, que nos iban a perdonar la vida, y los guerrilleros los mataron uno a uno con tiros de gracia", relató el único agente sobreviviente. Durante doce horas, detonaron más de 18 cilindros bomba dirigidos contra la población civil.

Alias Jerónimo tenía a su cargo 16 estructuras criminales de las Farc encargadas no sólo de la seguridad de alias Alfonso Cano, sino de implementar el llamado Plan Renacer para someter a las comunidades indígenas a los nefastos designios de los terroristas y establecer corredores estratégicos para estos delincuentes.

Muñoz Villamil tenía circular roja de Interpol (para ser capturado en cualquier parte del mundo), 13 órdenes de captura y había protagonizado más de 36 crímenes desde 1997, entre homicidios, secuestros y ataques contra la población y la Fuerza Pública.

Este bandido había sembrado el terror en el sur del Tolima y el norte del Huila y llevaba más de 37 años de pertenencia a la organización narcoterrorista, es uno de los llamados ‘históricos’ de las Farc, aún cuando no hizo parte de los creadores de la organización. Fue uno de los ejecutores de las llamadas ‘pescas milagrosas’ y de los atentados contra la infraestructura energética, escalando posiciones dentro de la narcoguerrilla por su capacidad criminal, su sevicia y crueldad.

Pero más allá de la nota periodística, su muerte debe servir de motivo de reflexión a los bandidos que aún insisten en proseguir con una actividad narcoterrorista sin futuro alguno; los actos de terror como los que desarrollaba Muñoz Villamil no les han ganado ningún tipo de apoyo popular, por el contrario, el rechazo y repudio de los habitantes es demostrativo de la inutilidad de la lucha armada y no hay ninguna opción para que las cosas cambien, los guerrilleros están desperdiciando su vida para sostener un discurso político vacío mientras otros se enriquecen mediante el narcotráfico y aseguran sus vidas en otros países y en otras condiciones.

No pueden confiarse en los efímeros triunfos que la guerra jurídico-política pueda brindarles, ella no ha amilanado a las Fuerzas Militares y han podido comprobar que cada golpe mediático es respondido con mayor empeño y valor por los soldados y que el único futuro que les espera de proseguir en su empeño es morir de manera miserable en las selvas, lejos de todo, olvidados por todos; no hay una lágrima o un rezo por ellos, sólo una alegría sorda de quienes fueron sus víctimas, porque el victimario desaparece para siempre.

La PDSD no pudo ser derrotada, por el contrario cada acción de los soldados la reafirma y consolida, mientras que el plan renacer de Cano se convierte en la sentencia para quienes engañados siguen soñando con las Farc idílicas que hace rato dejaron de existir. Seguro que en cada estructura criminal la mayoría de los guerrilleros quisiera cambiar de vida, pero están asustados, están amedrentados por cabecillas crueles que pueden ser dominados y entregados a cambio de una nueva forma de vida, como pueden garantizarlo todos sus compañeros desmovilizados.

El golpe propinado a las Farc demuestra que el Ejército nacional no se ha acuartelado y ha renunciado a la ofensiva, como algunos pregonan, por el contrario demuestra que el lema FE EN LA CAUSA está vigente y acompaña a cada soldado en su decisión de derrotar al enemigo y propiciar un clima favorable para la paz, que no debe encontrarse muy lejana.

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