Ningún colombiano, pese a la propaganda política que ahora se hace para ocultar en el olvido, podrá olvidar las masacres cometidas por las Farc, especialmente aquellas que en 2008 estremecieron a la comunidad indígena Awá cuando asesinaron compatriotas con la excusa de que ellos suministraban información al Ejército para romper el corredor estratégico necesario para la narcoguerrilla y sus propósitos criminales.
De esos actos no se habla en foros como el recientemente desarrollado en Buenos Aires bajo la presidencia de Piedad Córdoba Ruíz y la izquierda intelectual latinoamericana para presionar al gobierno a atender el llamado de Alfonso Cano a ‘conversar’ que hace en un vídeo al gobierno nacional en julio de 2010, de sobra conocido por la opinión pública, pero presentado por la exsenadora como novedad; ojalá ahora no señale que fue un error de rayitas y que puso un vídeo viejo para promocionar la buena voluntad de las Farc.
En el 2008 las Farc asesinaron a cerca de 30 indígenas Awá, posteriormente a otros, señalándolos como ‘informantes del Ejército’; la sevicia y crueldad con que lo hicieron recuerda viejas épocas de la violencia en Colombia y nada tiene que envidiarle a las atribuidas a sus enemigos de los 90 y los primeros año del nuevo siglo, degollar y descuartizar a las víctimas, por referencia a las desmovilizadas autodefensas ilegales, quisieron superar la crueldad minando los terrenos aledaños al sitio donde quedaron los cadáveres para amedrentar a las mingas indígenas que acudieron en búsqueda de sus miembros desaparecidos.
En un cínico comunicado la estructura criminal "Antonio José de Sucre" de las Farc, divulgado en la jornada en su sitio de internet de la Agencia de Noticias Nueva Colombia (ANNCOL), que suele difundir pronunciamientos y notas de las guerrillas, los narcoterroristas indicaron que en una zona rural conocida como Río Bravo, en el municipio de Barbacoas, detuvieron a ocho personas "que recogían, por grupos, información sobre nosotros para luego llevarla a las patrullas militares que desarrollan operaciones en la zona"[1].
"Ante la presión del operativo, su responsabilidad en la muerte de numerosos guerrilleros y su innegable participación activa que los implica en el conflicto, fueron ejecutados", dijeron las Farc sin dar más detalles de las muertes o de las víctimas, si eran todos hombres o cómo sabían de su supuesta colaboración con los militares[2].
Como mayor burla a la comunidad nacional e internacional, los narcoterroristas se atrevían en el comunicado en que reconocían y justificaban el crimen contra la comunidad indígena a señalar que: Denunciamos la estrategia del gobierno y sus fuerzas represivas de involucrar a sectores de la población civil al conflicto armado y el trabajo militar a través de las recompensas, conformación de redes de informantes, familias en acción y demás ramificaciones de la política de guerra que practica el gobierno de Colombia donde coloca como escudo a los civiles y luego esconde la mano[3].
Es esa la actitud que defiende la exsenadora Piedad Córdoba y el Nóbel de Paz Alfredo Esquivel, que las Farc asesinen colombianos para impedir que programas del gobierno nacional lleguen a las comunidades marginales, en condiciones de pobreza o miseria, para luego presentar como reivindicación política a esas mismas comunidades. Esto no puede seguir siendo aceptado por ningún ciudadano del mundo consciente de la prevalencia de los Derechos Humanos sobre las ambiciones políticas, narcotraficantes y el terrorismo.
Las Farc dicen que el asesinato de indígenas no fue contra ellos sino contra personas que independiente de su raza, religión, etnia, condición social, etc., aceptaron dinero y se pusieron al servicio del ejército en un área que es objeto de un operativo militar[4], sin indicar ninguna prueba de tal hecho, simplemente tratan de legitimar la masacre llamando a que se comprenda que quien no esté con ellos, está contra ellos, algo que ni la exsenadora, ni el Premio Nobel condenaron, por el contrario corrieron a justificar señalando al anterior gobierno como aliado de los paramilitares.
Para culminar su burla, las Farc invitan a los dirigentes indígenas a no permitir que desde la gobernación o desde Bogotá los manipulen. Ellos saben del respeto nuestro por la comunidad civil[5]; lo que explica ciertas actitudes de la CRIC o la ONIC a condenar de antemano al Ejército, para evitar la retaliación de las Farc.
Hoy, a los ciudadanos debe dolerles todavía el absurdo comunicado del portavoz de ACNUR, Ron Edmond, que en la época y en una exculpación a las Farc, señaló que los indígenas fueron asesinados en un ataque realizado por un grupo armado irregular contra la población civil en respuesta a la llegada de las fuerzas armadas colombianas. ¿Hacia dónde va el seguimiento internacional a la amenaza narcoterrorista y el interés de la izquierda en destruir al Estado colombiano?
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[2] Ibíd.
[3] Ibíd.
[4] Ibíd.
[5] Ibíd.
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