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martes, 7 de junio de 2011

LA CRÓNICA IDIOTEZ DE LA CLASE POLÍTICA COLOMBIANA

Los políticos hoy reclaman cualquier cosa que, introduciéndose en el pensamiento popular, los convierta en los magos de la solución de problemas seculares, sin tener en cuenta que son sus antecesores son los directamente responsables de la generación de esos problemas que hoy nos aquejan.

No vamos a hablar de partidos, vamos a hablar de la idiotez cíclica que los afecta: Liberales, conservadores y comunistas, incluyendo todos los socialistas de todas las pelambres, han auspiciado la violencia en nuestro país. Invocando esta o aquella tesis que cada uno ha fabricado su justificación. Basta ver lo que sucede con la actual campaña electoral en Bogotá, un dirigente político supuestamente neutral frente a la historia colombiana, reniega de ella para atravesarse en el camino y torpedear la de quien antes fueron sus aliados, socios y colaboradores, para simplemente convertirse en un actor más de los mismos vicios y cánceres de nuestra política nacional.

Puede ser que no lleguemos a la ‘guerra de los girasoles’, pero si afrontamos la agresión narcoterrorista, recogiendo la acertada definición del señor Comandante de las FF.MM., algo que nuestra clase política desconoce a diario y que ha servido como fundamento para que el frente ‘Pardo Leal’ de la justicia colombiana nos consuma a diario y nos lleve a la situación de invalidez del Estado social de derecho, como retaliación a la fracasada toma del poder armado por parte de las narcoguerrillas y como vindicta contra el gobierno pasado por las derrotas recibidas.

La idiotez de nuestros políticos no es nueva, es cíclica, y proviene de sus orígenes como actores del conflicto desde los años 40; el liberalismo colombiano fue el que convocó a la guerra de guerrillas en el país, ante la ineptitud demostrada de ser alternativa en el poder. Quien quiera diferenciar la lucha de las guerrillas liberales y la respuesta que la Constitución y la ley de entonces obligaba al régimen conservador, está perdiendo de vista la realidad histórica que acompaña las tan consabidas respuestas que a la rebelión o el alzamiento en armas corresponde al gobierno legítimo.

Tal idiotez que embarga a nuestros poderes públicos tampoco es nueva, de la misma han dado suficientes síntomas desde el día en que Colombia, queriendo alcanzar la paz, se hizo parte de un contrato social llamado entonces el Frente Nacional

El Frente Nacional empezó a crearse poco antes de que el general Gustavo Rojas Pinilla presentara su renuncia al cargo de Presidente de la República. Una vez acontecido esto, el poder del Estado quedó en manos de la Junta militar, nombre que se le dio al grupo de generales que se comprometieron a gobernar hasta el 7 de agosto de 1958, fecha en que culminaba el período de gobierno del general Rojas.

El Acuerdo que dio lugar al Frente Nacional nunca se consultó a los ciudadanos, eso es cierto; pero se firmó con todo con el propósito de superar la honda crisis que agobiaba al país, pues Colombia vivía uno de los momentos más violentos de su historia, lo que hizo que los dos partidos tradicionales, el Liberal y el Conservador, buscasen soluciones conjuntas que lograsen culminar en acuerdos políticos que permitieran traer al país un clima de paz y de desarrollo económico.

Antes de la caída de Rojas Pinilla, las bases del Frente Nacional se comenzaron a definir en la ciudad española de Benidorm tras las reuniones y encuentros que sostuvieron Laureano Gómez (en nombre del Partido Conservador) y Alberto Lleras Camargo (en nombre del Partido Liberal).

Luego de la designación del a Junta Militar, los conservadores y liberales vieron que el sueño de crear el Frente Nacional estaba cerca, razón por la cual se reunieron de nuevo en España, esta vez en la población de Sitges, para definir algunos puntos de acuerdos fundamentales en la materia electoral, así como unas reglas a seguir. Se tenía claro que el objetivo principal del Frente Nacional era conseguir la paz del país y lograr acabar con los numerosos grupos armados fuera de la ley que operaban en el territorio nacional.

Pero los apetitos políticos se impusieron una vez más sobre el bien común; liberales y conservadores coincidieron en la necesidad de castrar la institución militar hasta el punto de no atender los antecedentes y efectos de la llamada ‘combinación de las formas de lucha’, preconizada por el comunismo internacional y que hoy se reflejan en la agresión narcoterrorista; frente a la ofensiva militar desarrollada por el anterior gobierno, hoy vuelve a hablarse de que la llave de acuerdos con el enemigo no se ha perdido y se acepta que la ley califique al soldado como un agresor, al mismo nivel del narcoterrorista.

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