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miércoles, 27 de octubre de 2010

EL CASO DEL ENTRENAMIENTO EN PIEDRAS.


Con ponencia del magistrado Héctor Hernández Quintero la sala penal del Tribunal Superior en Ibagué confirmó una condena de 15 años de prisión y multa de mil 500 salarios mínimos para los suboficiales del Ejército Jeison Díaz Mosquera, John Lenin Ramírez Cruz, Juan Pablo Rodríguez Bermúdez, Edwin Daniel Rozo Gutiérrez, Hamilton Oviedo Ramírez y Arley Eduardo Marín Campos, responsables de los delitos de Tortura y Lesiones Personales. También se confirmaron cuatro meses de condena para Yovany Arévalo Vallen.

La condena obedece al proceso penal iniciado por denuncia instaurada por haber participado a manera de instructores en un polémico ejercicio denominado “Evasión y escape” en el centro de entrenamiento de Piedras, donde al parecer 23 soldados profesionales sufrieron golpes, patadas, quemaduras con carbones, picaduras de hormiga, y algunos hasta ataque sexual en partes íntimas. El caso fue denunciado y por cuenta de él, según las informaciones de prensa, seis generales del Ejército fueron retirados de la institución. La sentencia de primera instancia la emitió el juez primero penal especializado de Ibagué Jorge Eliécer Matías.

Más allá de la noticia y el caso particular que rodea este proceso, lo importante para el Ejército y toda la institución militar es ver hasta donde el entrenamiento militar puede conllevar violación de los derechos fundamentales de sus integrantes; no es casual que este caso se convierta en la punta de lanza de una nueva arremetida jurídico-política para tratar de desmoralizar a las tropas y vender la idea de que el entrenamiento o la instrucción militar son contrarios a las normas sobre DD.HH. y D.I.H.

Incluso el tema no es de discusión exclusiva en Colombia, según estudios realizados por Steven D. Levitt y Stephen J. Dubner, ir a la guerra no es tan peligroso como parece: desde 1982, han muerto unos 42.000 militares estadounidenses en activo, es decir, aproximadamente el mismo número de norteamericanos que mueren en accidentes de tráfico en un solo año. Lo que lleva a otro cálculo todavía más extraño: que mueren tantos soldados entrenándose militarmente como soldados mueren en el campo de batalla. La tasa de muertes accidentales de soldados a principios de los años ochenta era superior a la tasa de mortalidad de fuego enemigo en todos los años en que EEUU ha estado combatiendo en Afganistán e Irak.

'El entrenamiento debe ser tan fuerte, que la guerra parezca un descanso'. Esta ha sido la premisa que ha acompañado a todos los ejércitos del mundo a través de la historia de la humanidad y no es un capricho, es una necesidad. Si el soldado no es capacitado para asumir plenamente los rigores de la guerra, no sobrevivirá a ella.
Habría que preguntar entonces si los militares y policías secuestrados por la narcoguerrilla sobreviven más de 10 años de cautiverio sin quebrarse, sino fuere gracias al entrenamiento del que fueron objeto; prueba fehaciente de la validez de este concepto son las palabras del señor Mayor del Ejército Raimundo Malagón, quien fue liberado en la operación "Jaque" tras 10 años de secuestro y quien al momento de su rescate impuso al presunto periodista una cita clave para todos los militares del mundo, nunca se sometió a la presión y dijo con orgullo ante las cámaras que no podían entrevistarlo: “Soy el teniente Malagón del glorioso Ejército Nacional de Colombia”.

El entrenamiento o instrucción militar pareciere chocar entonces con lo dispuesto en el Artículo 1º de la Constitución Política de Colombia, que identifica el respeto a la dignidad humana como fundamento del Estado; con el 12º, que prohíbe expresamente la tortura; el 18º, está consagrada la libertad de conciencia y en el 20º, las libertades de expresión y de información, sobre el que hay que anotar que también consagra la responsabilidad social en el manejo de la información.

A esa percepción del país contribuyen ingenuamente quienes señalan que el Ejército debe dedicarse a la solidez del Estado trabajando para fortalecer las instituciones a través de la educación para las artes, el pensamiento, la productividad, la participación política ilustrada de los ciudadanos, recomendación que incluso jamás ha sido utilizada como referencia a instituciones religiosas o académicas para referirse a sus métodos educativos. Sin embargo, estos argumentos han sido iguales a los utilizados por las ONG, e incluso los funcionarios de la OEA y la ONU para combatir las tareas de Acción Integral que el Ejército realiza a lo largo y ancho de la geografía nacional.

Apreciaciones que son tomadas como doctrina por las organizaciones afines al narcoterrorismo, prontas a denunciar la instrucción militar como práctica violatoria de los DD.HH. y el D.I.H., infiltrando elementos dispuestos a convertirse en víctimas para sustentar sus argumentos.

La instrucción militar tiene un fundamento incontrovertible. La preparación y formación que reciben los efectivos de las Fuerzas Militares para desempeñar sus funciones. Esta puede variar en el tiempo según el trabajo que deba desempeñar el militar. Existen varios tipos de instrucción militar:

Instrucción de combate
Instrucción físico-militar
Instrucción en orden cerrado
Formación académica específica militar
Formación jurídico-militar

La instrucción militar es la herramienta que permite alcanzar lo anterior y tiene un amplio marco de posibilidades que va de cosas simples pero importantes hasta conocimientos y habilidades complejas y no solo busca la enseñanza de determinada materia o información acerca de un tópico específico, si no que se trata de cambiar al individuo física y mentalmente para acercarlo, partiendo de una vocación, al máximo grado de actitud y perfeccionamiento para el ejercicio de la soberanía y el arte de la guerra .

Un militar debe aprender en su formación no solamente a cumplir su función. Sino también por qué la hace, por lo que una perspectiva histórica y política es imprescindible. El hecho, por ejemplo, que las Fuerzas Militares sean constitucionalmente apolíticas no implica la renuncia al conocimiento en ciencias políticas y sociales, en todos los niveles y de acuerdo al grado, se han de promover los conocimientos necesarios para generar una conciencia del papel político-social del ciudadano militar.

Permitir entonces que nuestros soldados sobrevivan a la guerra declarada por las organizaciones narcoterroristas y los grupos delincuenciales no puede ser tenido por nuestros jueces ordinarios como fundamento para considerar la instrucción militar como una violación a los DD.HH., mientras se ignora la realidad fáctica de los resultados de esa instrucción desde la Guerra de Corea hasta nuestros días, de tal manera que hoy se invierte el principio: el descanso debe ser la preparación para la guerra.

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