Con ese mismo titular, El Espectador[1] desnuda el contubernio de las otrora guerrillas marxistas leninistas Farc y Eln, con las 5 bandas criminales narcotraficantes ‘Urabeños’, ‘Rastrojos’, ‘Renacer’, ‘Nueva Generación’ y ‘Los Machos’, unidas en un solo fin: Mantener los sembradíos, laboratorios y rutas del narcotráfico para el beneficio de sus cabecillas, mediante métodos de terror y corrupción.
En el análisis de El Espectador se quedó por fuera la alianza internacional de las narcoguerrillas y las Bacrim con los cárteles mexicanos y centroamericanos de la droga, que son los proveedores de armas y municiones para las organizaciones criminales colombianas; se queda también por fuera el papel de algunas ONG, movimientos políticos y sociales vinculados a la llamada plataforma bolivariana (neocomunista), que hacen el juego legal de las narcoguerrillas en la sociedad colombiana y en la comunidad internacional, y que dadas sus característica son la cara política que aún insisten en mostrar las bandas criminales.
Las Bacrim operan en 27 de los 32 departamentos del país a sus anchas y traban alianzas con la guerrilla bajo una sola causa: el narcotráfico. Ya existen casos documentados de vínculos entre las organizaciones de Daniel El Loco Barrera, los hermanos Luis Enrique y Javier Calle Serna, conocidos como Los Comba, y los segundos en jerarquía de Pedro Guerrero, alias Cuchillo con los frentes 18, 34, 58, 57, 24, 43, 1 y 10 de las Farc. Es más, fuentes de inteligencia que han aportado importante información sobre eventuales reuniones entre El Loco Barrera y miembros del secretariado. Correos hallados en el computador del abatido jefe guerrillero Víctor Julio Suárez, alias el Mono Jojoy refrendan estos nexos con el único objetivo de defender los corredores de droga y las rutas al exterior[2].
Antioquia, Caquetá, Valle, Putumayo, Nariño, Cauca y Córdoba son los departamentos que más han padecido esta siniestra alianza, que termina desdoblándose en escuelas de sicarios, oficinas de cobro, microtráfico, narcotráfico a gran escala, dominio de cárceles y manejo de laboratorios. Y de contera la infiltración a algunos miembros de la Fuerza Pública. Estas bandas controlan además pequeños negocios legales, los cuales vacunan al pedirles entre $5.000 y $20.000 por cada establecimiento diario. Prostíbulos, bares, centros de comercio, cárceles, el rentable negocio del mototaxismo o el transporte. Todos pagan y las ganancias se calculan en miles de millones de pesos[3]. Son las responsables de la explotación de la minería ilegal y de la extorsión a empresas legales, como también de la comisión de secuestros y reclutamiento forzoso de menores de edad a las filas del crimen.
El perfil del primer nivel que concentra casi 6.000 integrantes de bandas criminales está conformado por jóvenes entre los 14 y 18 años, responsables del sicariato, cobros a establecimientos y vigilancias estratégicas de las rutas de droga.
En un nivel intermedio, revelaron autoridades a El Espectador, están los llamados jefes de las oficinas de cobro, que tienen particulares fachadas para pasar de agache: desde venta de minutos celulares hasta oficinas de abogados. “Son los jefes directos de los sicarios y en muchas ocasiones tienen amplias libertades para hacer todo tipo de vueltas sin consultarle al patrón”, comentó un oficial. Generalmente, son hombres entre los 25 y los 35 años, exparamilitares o con cercanos nexos con las mafias. Son ellos el poder corruptor de estas organizaciones, los que buscan colar sus fichas en las autoridades y en no pocas ocasiones lo han logrado.
El tercer nivel es el de los capos con conexiones internacionales y empresas fachadas para lavar dinero. La guerra reciclada de las autodefensas hoy es un fenómeno en expansión que tiene haciendo cuentas a las autoridades. Antes de caer el telón de 2010 cayó alias Cuchillo. La Fuerza Pública insiste en que todos correrán la misma suerte. No obstante, las alianzas persisten, en Meta y Guaviare ya no se sabe si manda más John 40 de las Farc o El Loco Barrera. Nadie se impone en un negocio tan rentable que llena las arcas de ambos bandos. En Urabá antioqueño, Guaviare y Norte de Santander, la guerrilla del Eln tiene alianzas del mismo tipo con ‘Los Rastrojos’.
Herederos de Rodrigo Mercado Peluffo, alias Cadena, volvieron a empoderarse de todo cuanto ocurre en Sucre y el Golfo de Morrosquillo. Idéntico retrato ocurre en Córdoba con enlaces de Salvatore Mancuso. Ya lo propio se ha documentado con los segundos de Don Berna en Medellín, y ni qué decir de lo ocurrido en la Costa Atlántica con los secuaces de Rodrigo Tovar Pupo, alias Jorge 40. A través del obispo de Montería, monseñor Julio César Vidal, estas bandas criminales buscan repetir un proceso como el de Ralito, pero el Gobierno ya la cerró la puerta a esa posibilidad.
Nada mejor para los intereses de las Farc y Eln, que algunos medios de comunicación y sectores de opinión insistan en denominar a las Bacrim como bandas neoparamilitares, es la sociedad la que traza esa línea tras la que se oculta la realidad del negocio criminal y permite que las narcoguerrillas sigan siendo vistas como potenciales interlocutoras del Estado social de derecho.
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[1] EL ESPECTADOR. FARC-BACRIM, alianza diabólica. Domingo, 30 de enero de 2011. En: http://www.elespectador.com/impreso/judicial/articulo-247770-farc-bacrim-alianza-diabolica
[2] Ibíd.
[3] Ibíd.
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